Existen diversos tipos de dermatitis, y distintas formas de clasificarla. La clasificación más intuitiva las divide entre aquellas producidas por agentes externos (irritativas, de contacto) o por agentes internos (dermatitis atopica, seborreica).
Cursan con distintas sintomatologías y también precisan de tratamientos diversos. Una de las variantes más frecuentes es la dermatitis atópica, que se presenta en brotes, y cuyo principal síntoma es el enrojecimiento y un picor intenso.
Este tipo de dermatitis aparece habitualmente como manchas rojas con vesículas, con descamación, o con pliegues cutáneos marcados, dependiendo de la fase de su evolución. Puede afectar a la cara, los párpados, los pliegues o las manos.
Por su parte, la dermatitis seborreica es una afección crónica que se caracteriza por la presencia de zonas de la piel enrojecidas, con descamación y picor causado por la inflamación de las capas superficiales de la dermis.
Suele presentarse en zonas en las que se concentran un gran número de glándulas sebáceas, como puede ser la cara, el cuero cabelludo, el tórax y la zona genital.
Suele ser frecuente, además, la aparición de dermatitis de tipo perioral, alrededor de la boca, la nariz y los ojos, que aunque no presenta una sintomatología aguda, puede producir erupciones con granos rojos y con presencia o no de descamación. Causa importantes alteraciones estéticas principalmente en mujeres jóvenes.
La Dermatitis puede comenzar en el momento del nacimiento y afectar tanto a bebés como a niños durante toda la infancia.
En todos los casos, una correcta valoración por parte del dermatólogo permitirá prescribir el correcto tratamiento y aliviar la sintomatología
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